Bruxismo y suelo pélvico, ¿están relacionados?

¿Están relacionados el bruxismo y el suelo pélvico?

¿Aprietas o rechinas los dientes con frecuencia? ¿Te duele la mandíbula o incluso la cabeza? ¿Duermes con una férula de descarga para los dientes?

Todo indica que tienes bruxismo.

¿Tienes además dolor con las relaciones sexuales, problemas con la erección, incontinencia urinaria, dificultad para orinar, esfuerzo excesivo o dolor al defecar, manchas la ropa interior con heces, tienes fisuras anales de repetición e incluso hemorroides?

Puede que tengas una disfunción del suelo pélvico.

¿Y si tienes las dos cosas? ¿Pueden estar relacionados?

De hecho, en mi libro a la disinergia defecatoria lo he llamado «el bruxismo del suelo pélvico». Y tengo motivos para ello.

Hay más conexión entre la mandíbula y el suelo pélvico de la que crees.

Te lo cuento.

El bruxismo es un movimiento repetido e inconsciente de los músculos de la masticación que hace que apretemos y rechinemos los dientes, sobre todo por la noche. Este exceso de contracción de los músculos de la mandíbula puede generar problemas en la articulación temporomandibular (la que ayuda a cerrar la mandíbula, que sentirás por delante de la oreja), desgaste de los dientes y dolor en esos músculos, entre otros.

No se sabe muy bien por qué ocurre, pero se ha visto que hay muchos factores implicados, incluyendo el estrés psicológico, problemas neurológicos y ciertos medicamentos o drogas. Están implicados tanto el sistema nervioso central como el sistema nervioso autónomo.

Esta pregunta lleva rondando mi cabeza muchos años. En la consulta suelo preguntar con frecuencia si mis pacientes sufren de bruxismo. Y la mayoría que vienen por defecación obstructiva, fisuras anales de repetición o dolor con la defecación, suelen tener bruxismo. Son pacientes que suelen tener hipertonía del suelo pélvico, es decir, un suelo pélvico más contraído de lo normal.

Así que, desde un punto de vista práctico, no me cabe ninguna duda que están relacionados. También es parte del conocimiento general de las fisioterapeutas del suelo pélvico que he escuchado, leído o con los que he hablado. Pero ya sabes que la opinión hay que demostrarla para que sea válida.

Si le preguntas al oráculo Pubmed (el buscador más importante de artículos científicos en medicina) te llevarás una gran decepción. O al menos es lo que me ha pasado. Faltan estudios que investiguen sobre la relación entre el bruxismo y la disfunción del suelo pélvico de forma sistemática. De momento.

Esta falta de evidencia me ha frenado de escribir este artículo durante años. Y ya me he cansado de seguir guardándomelo. Te voy a contar mi razonamiento y la evidencia disponible hasta ahora, y con suerte podré ir sumando más y más evidencia con el paso del tiempo.

Ahí vamos.

Activación excesiva de los músculos

Ambos se caracterizan por la activación excesiva de los músculos, por apretar demasiado los músculos de la mandíbula como los del suelo pélvico. Al contrario de lo que puede pensar alguno, tener un músculo demasiado contraído no es bueno. Necesitamos que los músculos vuelvan a su estado de reposo para poder contar con un mayor rango de movimiento.

Si tenemos la mandíbula muy apretada, hará que se nos desgasten más los dientes, nos duela al masticar ciertos alimentos, e incluso que se nos contracture el cuello y nos duela la cabeza.

Si tenemos el suelo pélvico muy apretado, nos costará más defecar (e incluso orinar), nos dolerá al hacerlo (o al sentarnos), se nos pueden contracturar los músculos de la espalda, glúteos y piernas, e incluso se nos pueden escapar la orina o las heces. Un suelo pélvico apretado no es más eficiente para evitar las pérdidas, sino que se queda rígido en una posición y no puede contraerse más cuando lo necesitamos para evitar la incontinencia.

Causas en común

En ambos trastornos no existe una causa única desencadenante, sino que es una mezcla de factores que nos predisponen a esa condición. Pero lo que prima por encima de todo es nuestra respuesta al estrés psicológico. Cuando se dispara nuestro sistema de alarma de una forma repetida y crónica (por culpa del estrés del día a día), y no lo sabemos gestionar bien, puede que nuestro cuerpo responda apretando los músculos de forma inconsciente. ¿Te ha pasado tener contracturas cervicales por el estrés? Digamos que las contracturas en el suelo pélvico o en la mandíbula serían parecidas, pero que solo las notarás cuando uses esos músculos.

Mismos tratamientos

Aquí es donde existen las mayores similitudes. Tanto en el bruxismo como en los trastornos del suelo pélvico, el tratamiento consiste en mejorar los hábitos y la postura, fisioterapia, psicoterapia, biofeedback (biorretroalimentación), neuroestimulación y las inyecciones de botox (Fernandez-Nuñez 2019)

Teoría de las compuertas

La boca es la entrada y el suelo pélvico es la salida a nuestro tubo digestivo. Éste es la parte de nuestro cuerpo con mayor superficie expuesta al exterior, más que la piel, con todo lo que eso conlleva. A través del tubo digestivo somos vulnerables a que cualquier agente externo (virus, bacterias, toxinas, etc.) nos pueda hacer daño. Resulta lógico pensar que, ante situaciones de estrés, intentemos proteger uno de nuestros órganos más vulnerables, cerrando ambas compuertas de entrada y de salida.

Y esto de las compuertas es algo que vemos con frecuencia en el suelo pélvico. Ante situaciones de estrés, es frecuente apretar el suelo pélvico para evitar que no entre ni salga nada. Lo vemos con hipertonías del suelo pélvico tras abusos sexuales, después de partos traumáticos o incluso cirugía proctológica dolorosa como una hemorroidectomía tradicional.

Existe un estudio (van del Velde 2001) interesante en el que expusieron a mujeres videos amenazantes mientras medían la actividad muscular del suelo pélvico y de un músculo en la espalda. Vieron que tanto las mujeres con vaginismo (disfunción sexual con contracción involuntaria del suelo pélvico a nivel de la vagina) como las que no lo tenían, contraían los músculos ante la amenaza. Esto nos da a entender que tener esos músculos contraídos de forma involuntaria puede ser un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo ante las situaciones amenazantes.

Conexión nerviosa

Aquí la cosa se vuelve interesante, pero más compleja.  

Sabemos que las tripas y algunos órganos pélvicos están inervadas a través del nervio vago (que creo que es un nervio bastante conocido) y los músculos de la mandíbula, cuello y hombros están inervados por el nervio trigémino.

Aunque son nervios diferentes, desde un punto de vista funcional existe conexión entre ambos, ya que la estimulación no invasiva del nervio vago es efectiva para tratar los episodios de migrañas, condición en la que participa el nervio trigémino (Song 2023). También se ha visto en estudios animales que estimular el nervio vago disminuye el dolor del nervio trigémino (Hawkins 2017). Pero en este estudio (Henssen 2019) se ha comprobado que la conexión en humanos no es solo funcional, sino también anatómica.

Hasta aquí mi teoría de su relación sería maravillosa, salvo por un pequeño inconveniente. El suelo pélvico no está inervado por el nervio vago. Mi gozo en un pozo. Y es que la pelvis y el suelo pélvico son un poquito más complejos.

Vamos a seguir tirando del hilo.

Por una parte, existe evidencia que la estimulación del nervio vago puede ayudar al control del dolor pélvico crónico (Roy 2018, Napadow 2012), y por otra parte puede ayudar a modular ciertos trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés (Bremmer 2022).

Ya hemos visto que una de las causas de la disfunción del suelo pélvico es el estrés psicológico, y de hecho los trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés como es la ansiedad y la depresión, son muy prevalentes en estas personas (Vrijens 2017).

Así que la teoría es que el nervio vago podría ser una de las conexiones entre el bruxismo y la disfunción del suelo pélvico. Pero no una conexión física entre uno y otro, sino un sistema complejo y enmarañado.

Desde luego todo lo que podamos hacer por estimular al nervio vago nos va a activar el sistema nervioso parasimpático, que es el del descanso y la digestión. Estar relajados funciona para nuestra mente y también para los músculos de nuestro cuerpo.

Tu postura afecta a ambos

Esta será la conexión que más tienen que comprobar los fisioterapeutas del suelo pélvico.

La mandíbula está al inicio de la columna vertebral, y el suelo pélvico al final, por lo que los cambios en la postura que desvíen esa columna vertebral de manera incorrecta pueden afectar al desequilibrio de ambos. Los músculos, tendones y ligamentos no solo sirven para el movimiento, sino para la estabilidad de las articulaciones y del cuerpo en general. Ciertamente cuando se desvía una articulación, el cuerpo tiende a compensar la postura gracias a otras articulaciones.

En este estudio (Saito 2009) vieron que la postura puede ser una fuente de conexión entre la mandíbula y la pelvis. Para minimizar las molestias que genera el dolor en la mandíbula se puede desviar la postura normal del cuerpo, lo que afecta a la columna vertebral y también a la pelvis. Estos cambios en la posición de la pelvis se pueden reflejar en la tensión que tienen los músculos del suelo pélvico, como mecanismo compensatorio.

Otros investigadores (Fischer 2009) resaltan la relación entre la disfunción de la articulación temporomandibular (frecuentemente afectada por el bruxismo) y la restricción del movimiento de la pelvis (en el que está implicado el suelo pélvico), en personas con síndrome del dolor regional complejo. Cuando trabajaron mejorando la relajación de los músculos de la mandíbula, también mejoró el rango de movimiento de la cadera. Su hipótesis es que la información de las fibras nerviosas que trasmiten el dolor se comunican entre sí en varias regiones del cuerpo. Esto lo pueden comprobar las personas que tienen dolor crónico, que rara vez ocurre en un solo lugar de su cuerpo.

Son muy bonitas (y enrevesadas) todas estas teorías, pero la mejor forma de saber si realmente existe una conexión entre tu mandíbula y tu suelo pélvico, es sintiéndola en tu propio cuerpo.

Yo lo pude comprobar durante el parto. En medio del dolor de las contracciones tendemos a apretar de forma inconsciente todo nuestro cuerpo, incluyendo el suelo pélvico. Te podrás imaginar que contraer el suelo pélvico no es práctico a la hora de que salga un bebé a través de él. Por eso las matronas en los cursos de preparación y durante el propio parto, te recuerdan que intentes relajar la mandíbula, porque eso permitirá que relajes tu suelo pélvico.

Otra cosa interesante que yo he notado es el tipo de sonidos que hacemos durante las contracciones del parto, y como van cambiando en cuanto éste va progresando. Llega un punto que el cuerpo te pide hacer sonidos guturales que no sabes ni que podías hacer. Este tipo de sonidos graves y profundos también son los recomendados por fisioterapeutas si tienes dificultades para defecar, porque pueden relajar tu suelo pélvico. A mi me recuerda un poco al famoso cántico «Om» que se utiliza en prácticas de yoga (respiración lenta con resistencia aérea, cerrando la boca y la glotis), y que se ha demostrado que estimula el nervio vago y lleva a la relajación fisiológica (Streeter 2012).

Compruébalo tu mismo. Realiza un sonido grave y profundo y siente como baja y se relaja tu suelo pélvico. Es la ciencia detrás de artilugios como el Winner Flow, que te permite exhalar (o soplar) con resistencia.

Otro ejercicio que puedes hacer para confirmar el efecto contrario es chuparte el dedo. Sí, como lees, introduce tu dedo pulgar en tu boca apoyado en el paladar. Mientras lo succionas con fuerza siente como tu suelo pélvico sube y se levanta de la silla, en caso de estar sentado. Cuando dejas de hacerlo, siente como vuelve lentamente a su posición.

Espero haberte convencido de la relación que existe entre el suelo pélvico y la mandíbula, y que puedas ser un poquito más consciente de cómo funciona nuestro maravilloso cuerpo.

Ahora bien, si somos capaces de hablarlo y pedir ayuda cuando tenemos un problema de bruxismo, ¿por qué no hacemos lo mismo con nuestro suelo pélvico?

Te invito a unirte a mi lista de correo, donde hablamos abiertamente de estos temas.

Referencias

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  • Bremner JD, Gurel NZ, Wittbrodt MT, Shandhi MH, Rapaport MH, Nye JA, Pearce BD, Vaccarino V, Shah AJ, Park J, Bikson M, Inan OT. Application of Noninvasive Vagal Nerve Stimulation to Stress-Related Psychiatric Disorders. J Pers Med. 2020 Sep 9;10(3):119. doi: 10.3390/jpm10030119. PMID: 32916852; PMCID: PMC7563188.
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